jueves, 14 de julio de 2011

Pobrecito mi matón

Pobrecito mi matón
Una lluvia de cristales rotos y balazos me ha disparado desde la pantalla, directo al fondo del corazón. Facundo, el eterno trashumante, el poeta idealista del Jesús generoso a quien sus versos supieron mantener, como corresponde, bien lejos de la mafia del Vaticano; el sátiro que penetraba con el bisturí de su ironía la coraza de los poderosos. Sí, el mismo que entregaba flores a borbotones en las manos de damas inalcanzables o hadas maravillosas entre el perfume de la cocina y la rabia de la Magdalena, había sido asesinado.
La noticia
Abaleado entre fusiles de calibre militar o fuego mafioso (¿estoy redundando?), Facundo Cabral fue tristemente bautizado en sangre. Ayer, sábado 9 de julio de 2011, en la Guatemala de la ejemplar Rigoberta Menchú y sus sabios ancestros, pero también en la Guatemala del “pastor cristiano" y dictador asesino Efraín Ríos Mont, el errante bardo cayó ante el odio de los intolerantes. Otro abanderado de la paz mundial era sometido a la injusticia del plomo atroz que no conoce mejor razonamiento que el disparo vil y rastrero. Así Facundo, el nativo de Tandil, pequeña localidad argentina, se unía en la sangre con Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Arnulfo Romero.
Invencible
Al tiempo, Facundo juntaba su dolor al de trovadores como Joe Hill, Víctor Jara y John Lenon. No era "de aquí ni de allá" y eso lo agrupaba entre las voces truncas, entre las plumas rotas y entre las guitarras reventadas de tantos de sus colegas.
No había fronteras ni visa que detuvieran la potencia de su arte. ¿Festejo? Sin duda, este mismo rato, en alguna madriguera de fina alcurnia o barriada miserable habrán botellas destapándose por el "éxito de la misión". Habrá dólares cambiando de garras enjoyadas a zarpas salpicadas de sangre y pólvora. Habrá comentarios caninos sobre "ese gritón fastidioso que ya mucho jodía". Inútil ritual.

"Muerte, ¿ dónde está tu victoria ?"
Ha fracasado la muerte frente al poder avasallador del canto de Facundo. "¡Pobrecito mi matón... piensa que el muerto soy yo!", habría que decir parafraseando uno de sus más conocidos estribillos. ¿Cuántas ráfagas o cañonazos bastarán para detener el caudal de su garganta, la delicadeza de su ironía, la sonrisa de sus comentarios burlescos? Nunca hallarán los suficientes para sepultar sus canciones. Y entonadas por algún experto intérprete de escenario costoso, o tarareadas por un muchacho y sus amigos en la esquina del barrio, las palabras, la música y las verdades de Facundo Cabral permanecerán vivas sin tiempo ni fronteras que las limiten. ¡Facundo, dicen que estás "muerto" pero te seguimos escuchando! ¡Venga un abrazo!

¡Salud, canción y Anarquía!
Jaime Guevara

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