La visualización de películas de explícito contenido sexual, conocidas como porno, viene siendo una recomendación para aquellas personas o parejas que buscan superar alguna disfunción o problema en su actividad sexual.
Algo que se debe considerar, sin llegar a emitir juicios morales, es que las imágenes proyectadas en estas películas sobre el rol de las mujeres y hombres en el encuentro sexual, son sumamente estereotipadas y por ello se debe evaluar personalmente antes de echar mano a esta recomendación.
Hombres y mujeres valoran de modo diferente el contenido sexual o erótico de estas películas. Los primeros, para quienes el cine porno ha sido parte de su práctica sexual, tienen familiaridad con él y, por ello, logra erotizarlos y brindarles placer. Para las mujeres, este es un mundo poco o nada explorado. No ha sido un elemento de la construcción de su placer sexual, sino más bien algo que se ignora o rechaza.
Por ello, si bien algunas de estas producciones –y si es firme propósito de la persona tomarlas de esa manera– pueden tener un nivel de didáctica de la sexualidad y permitir la exploración y reconocimiento del cuerpo como centro del placer, pueden resultar contraproducentes para estos mismos fines si se pierde el sentido de la realidad.
Muchas de estas películas suelen mostrar una sexualidad poco realista que, para los hombres, de manera particular, puede erigirse en el modelo del varón que siempre logra el máximo placer. Esto puede generar comparaciones con el propio desempeño sexual, donde, la mayoría de las veces, se pierde en resistencia y fuerza, porque, valgan verdades, sostener el ritmo de actividad sexual que se muestra en el tiempo que duran estas películas, demanda condiciones casi atléticas.
Por otro lado, y como hemos mencionado, para la mayoría de las mujeres esta industria es ajena a su vivencia sexual. Respecto del rol femenino proyectado en estas producciones, puede haber una doble preocupación. La primera, que hay a veces una línea muy delgada para diferenciar situaciones de fuerza sexual de lo que pueden ser actos de violencia. La segunda, el rol altamente liberal en el que se muestra a las mujeres y que se contradice muchísimo con aquello que se espera de ellas en lo sexual. Por ello, la erradicación de la violencia y prejuicios machistas debe ser un prerrequisito ineludible para el uso de estas películas como estímulo sexual.
Si estos aspectos se valoran y la persona adulta considera útil la exploración, puede correr sus propios riesgos y asumirlos de tal manera que no dañen, premisa indispensable siempre. Entonces a explorar y probar. Y, si no resulta, a no desmayar en la búsqueda de opciones más acordes con su vivencia sexual.
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