La ciudad de Huamachuco evoca la
semana santa con devoción, compartiendo su fe con los miles de visitantes que
llegan para postrarse ante el amor magnánimo del Supremo Hacedor.
“Aquel que tiene fe, nunca está
solo”.
La frase, esbozada por Thomas
Carlyle, refleja el sentimiento de todo un pueblo que se une para rememorar la
Semana Santa en la ciudad de Huamachuco, homenajeando al hijo de un humilde
carpintero que cambió la historia del mundo con su sacrificio de amor.
Enclavada a más de 3 mil 200
metros sobre el nivel del mar, allí donde se respira aire sin polución y la
vida tiene todavía el aroma de la inocencia, la ciudad de Huamachuco en la
provincia liberteña de Sánchez Carrión prepara con sabia anticipación las
actividades de una fecha trascendental para el calendario religioso y
turístico.
Tras los afanes iniciales, el
sábado previo al Domingo de Ramos, pobladores del barrio San Salvador alistan
las coloridas alfombras naturales, los arcos de ramos y las flores de olivo
para brindar un cálido recibimiento a la venerada imagen de Jesucristo en su
advocación del Señor de Ramos. Llegada la fecha, un mar de gente
acompaña la procesión desde la
tradicional avenida 10 de Julio hasta la Plaza de Armas de Huamachuco. Montado
en una burrita y su cría, cuidadas con nuestra telúrica ternura ancestral,
Jesucristo cruza la ciudad en medio del enfervorizado aplauso de los presentes.
A partir el día lunes una
deliciosa tradición se apodera de todos los rincones. Oriundos y foráneos se
confunden en calles y plazas para disfrutar de la sensación que produce un
dulce particularmente requerido en estas fechas. El motivo de tan sabrosa
conjunción nace de la dulzura característica de los buñuelos preparados con
aceite, miel de chancaca y hoja de higo. Tan apetitoso manjar, es ofrecido
entre las 4 y 5 de la tarde por jóvenes alumnos de diversas promociones
escolares que, de esta manera, se agencian de recursos para sus actividades. El momento más emotivo de la
celebración llega el Jueves Santo,cuando unos 120 actores representan los
momentos más dramáticos de la vida terrenal de Jesucristo a través del Vía
Crucis.
Ataviados con trajes e época y
recorriendo varios escenarios como la Plaza de Armas o el coliseo taurino, los
intérpretes reciben la cálida y atenta mirada de, al menos, 5 mil personas que
aplauden el espectáculo basado en la versión bíblica. Horas más tarde en el
cerro de Fátima, compartirán con tristeza los momentos más álgidos de la
crucifixión del hijo de Dios. Con el Domingo de Resurrección,
se avecina el momento de la algarabía popular. Danzantes de dos barrios
extremos, el San Salvador y Los Chancas, salen al mismo tiempo para manifestar
su alegría por el triunfo de Jesucristo. Antes, y para tomar algo de fuerza
necesaria par el agrietado camino, se ingiere un agitador y sustancioso caldo
de carnero. Con regocijo y cargando en
hombros las imágenes del Señor Resucitado y
la Virgen de la Alta Gracia, los huamachuquinos alaban al Supremo
Hacedor, mientras las iconografías
bailan en plena Plaza de Armas para luego recibir la bendición oficial
en la solemne misa de las 8 de la mañana.
Llegar a este punto implica un
arduo trabajo de elaboración de actividades y su respectiva difusión. Si bien
los eventos son presididos por la Prelatura de Huamachuco, reciben el respaldo
de entidades públicas y privadas según lo confirmó el obispo Mons.
Sebastián Ramos Torrens. Si usted visita esta hermosa
ciudad andina, llena de atractivos turísticos, no se olvide de acompañar sus
plegarias con algo de la típica gastronomía andina. Un plato de cuy con papa o
chicharrón de chancho con mote serán motivo suficiente para bendecir al
altísimo por tanta maravilla culinaria propia de nuestro país. En suma, Huamachuco se convierte
en la prueba palpable de que la semana santa se recuerda también con la adición
de costumbres ancestrales que perduran en el tiempo, y que hacen aún más
trascendente nuestro entorno cultural.
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