Antes de girar el pomo de la puerta, tomó un respiro y se repitió a sí misma: "Estoy segura y cada vez me siento más segura". No era la primera vez que repetía esas palabras. Eran la traducción literal de la fuerza interior que la impulsó a tomar la decisión que cambió su vida. Dos obispos cristianos presionaron por segunda vez el timbre. Olga Álvarez, la mujer que se convertiría en la primera sacerdotisa católica colombiana, no los hizo esperar más y abrió.
Una vez acomodados en la sala de su casa -sin muchos preámbulos-, uno de ellos le preguntó: -¿Tú sabes en que te has metido?
Olga notó que la entonación del clérigo no era la de una pregunta, sino la de una advertencia. El segundo obispo continuó:
-Yo me opongo a la ordenación de mujeres -citando, de alguna manera, los casos de las sacerdotisas de las iglesias presbiterianas, anglicanas y luteranas-. No voy a ordenar mujeres porque la experiencia ha demostrado que no tienen éxito. La gente no las acepta.
La colombiana trató de dar una respuesta contundente:- Sí, yo sé en qué me he metido y mi experiencia ha sido distinta.
Un mes antes de su ordenación en los Estados Unidos, los obispos ya la habían llamado por teléfono. Los jerarcas de dos iglesias de la fe cristiana habían manifestado su preocupación por los rumores alrededor de su intención de asumir el rol de sacerdotisa católica. La reverenda Judy Lee, coordinadora del Programa de Preparación del movimiento, confiesa que el camino de iniciación en el sacerdocio empezó a comienzos de 2010, cuando Olga contactó a la organización vía Internet. Desde 2008 Álvarez conocía el movimiento a través de Elfriede Harth, una amiga colombo-alemana, pero no estaba convencida.
Buscó publicaciones que explicaran en detalle la noticia revolucionaria del clero femenino dentro del catolicismo, y un artículo publicado en la Revista Concilium de España le dio todas las respuestas. Pero dos años más tarde, y tras un breve paso por la Iglesia anglicana, esta mujer de 70 años se dio cuenta de que su verdadero llamado era ser cura y en ninguna otra iglesia que no fuera la católica. El proceso para lograrlo no fue nada simple.
Tuvo que certificar su educación religiosa y teológica y una experiencia pastoral. Más allá de la preparación espiritual, en este documento, en caso de tenerlo, también tenía que demostrar el apoyo de esposo o compañero, acreditar cartas de referencia de profesores, un chequeo del pasado criminal y una constancia médica sobre su buen estado físico y mental.
El encuentro entre Olga y los obispos se llevó a cabo cuando no había marcha atrás. Ella ya había seguido al pie de la letra todos los pasos para ingresar al movimiento, incluyendo una visita en julio de la reverenda Judy Lee a la comunidad de la sacerdotisa católica en Colombia. Los dos obispos, sin embargo, todavía tenían la esperanza de hacerla desistir. Le dijeron que para servir a Dios había otros caminos y no el de la traición. No hubo caso. Cuando el prelado se disponía a salir de la casa, uno de los obispos dijo:
- Lamentamos que te hayamos perdido.
El primer acercamiento a la vida de una comunidad religiosa de Olga tuvo lugar en Santa Marta.
-Estaba muy joven, tenía unos veinte años y trabajaba como vendedora en Tejicóndor. Un día decidí que era el momento de tomar dos años para darle un aire nuevo a mi vida. Me fui a la Costa con una compañera misionera. El plan era encontrarnos con otras misioneras de la Unión Seglar de Misioneros.
En la sierra, se sentaron junto a misioneros e indígenas alrededor de una fogata. - Escuché acusaciones de los indígenas contra los misioneros. La líder de la aldea, Dionisia Izquierdo, le decía enérgicamente al padre Lorenzo, el misionero capuchino, que su pueblo no estaba en contra del desarrollo, pero que no podían estar de acuerdo con la construcción de carreteras en tierra sagrada y tampoco con que se hubieran llevado a varios niños al Orfanato San Sebastián de Rábago.
Esa conversación no la dejó tranquila. Sintió que ella debía ser un puente entre la religión católica y las creencias y los valores de los indígenas y los afrocolombianos. Se unió a misiones en el Cauca y el Chocó. Los dos años de viajes se convirtieron en 40 años de procesión religiosa, que empezaron con misiones lideradas por el obispo católico Gerardo Valencia Cano y la Fundación Unión Seglar de Misioneros, para luego echar raíces en un cargo administrativo como secretaria de la oficina de la Teología de la Liberación en Bogotá, fundada por el mismo obispo, y que ahora es conocida como el Servicio Colombiano de Desarrollo Social.
- Nosotras debemos tener mayor visibilidad en el altar -dice la obispa-, no vamos a esperar más, no vamos a rogar más por permiso, no vamos a dejar la Iglesia que amamos. Nosotras vamos a liderar la Iglesia siguiendo la palabra de Dios.
La alta jerarca justifica la existencia de mujeres curas al recurrir a los anales de la historia, que indican que las mujeres sirvieron en ministerios durante los primeros 1.200 años de la Iglesia.
- Lee Romanos 16: Pablo saluda a Phoebe y se refiere a ella como diácono, de la misma manera en que menciona a Timoteo, otro líder de la Iglesia. Por favor no dejes que los curas y obispos hombres te insistan en que no había mujeres apóstoles: Junia, María Magdalena, Johana son nombradas en Lucas 8.
Para Mary, una de las cuatro primeras obispas en los Estados Unidos, el carácter comunitario de la Iglesia cambió en la era del emperador romano Constantino, cuando adquirió una estructura formal y los hombres religiosos empezaron a ser líderes en el espacio público.
- De repente solo estos hombres contaban con algo similar a poderes mágicos, que les otorgaban la autoridad para presidir la eucaristía. Así mismo la prohibición de hombres casados era una precaución para que sus hijos no heredaran la propiedad de la Iglesia.
Las fotografías de Janice Duszynska, la mujer que escandalizó al clero al colarse en varias ordenaciones de sacerdotes y retar a los obispos quitándose su abrigo y exhibiendo su alba y estola para ser ordenada sacerdote, han sido recurrentes en los medios norteamericanos.
Desde su ordenación en diciembre del año pasado, Olga Álvarez ha realizado más de cuarenta celebraciones eucarísticas en el país. La reverenda Lee la llama cariñosamente "Pablita", porque como el apóstol Pablo se ha movido por todo el territorio nacional para llevar su palabra. Una segunda mujer colombiana fue ordenada en marzo, pero esta vez dentro del país.
Ella no revela su nombre debido a que teme que pierda su trabajo.
Al viajar a Colombia para la ordenación de Marta*, la obispa Bridget Mary vio por televisión la instalación de un obispo y tanto niños como personas de escasos recursos lo abrazaban. Tenía entendido que el obispo asumía su ministerio en un área amenazada por el conflicto, por ello regresó a los Estados Unidos con el alivio de saber que "Colombia era tierra fértil para el movimiento".
En esta misma línea, monseñor Córdoba anunció como buena noticia que la Iglesia católica fue designada por el gobierno para realizar la veeduría y distribución de recursos para socorrer a las personas afectadas por la ola invernal, dada su presencia en sitios remotos de la geografía nacional.
Las misas más recientes de la cura colombiana fueron para un plantel estudiantil de más de 800 estudiantes. Con una sonrisa, Olga cuenta que la comunidad le compró el pasaje para que viajara a cerrar las jornadas en derechos humanos organizadas por el colegio.
-Llevaba puesta una estola con muchas caritas de niños. Algunos estudiantes se acercaron, fijaron su mirada hacia mis ojos y después la bajaban por la estola, ¡esa estola los deja fascinados!
Para ella no hay duda de que estos niños y adolescentes ya sienten curiosidad por el sacerdocio y por la encarnación de un cura en la imagen de una mujer. Olga ya puso en marcha su revolución.
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