Si el niño ya está
convulsionando, debes asegurarte que no se golpee y que pueda respirar con
facilidad, manteniendo su cabeza y mentón rectos, no coloques cosas ni dedos en
la boca para impedir que se muerda.
Sin lugar a dudas una de las
experiencias más aparatosas que pueden ocurrir en la vida de los padres es ver
a su pequeño hijo presentando una crisis convulsiva (ataques), que corresponden
a movimientos tónicos clónicos (sacudidas), mirada fija o perdida, salivación
excesiva así como pérdida de conciencia, de uno o dos minutos acompañados de
fiebre. Esto corresponde a convulsiones o convulsiones asociadas a fiebre.
Sin embargo, quiero adelantar que, estas son
en casi la totalidad de los casos benignas y no dejan secuelas.
No se sabe exactamente las causas
de estas convulsiones, pero suelen presentarse en niños a partir de los seis
meses de edad hasta aproximadamente los cinco años de vida, siendo la mayor
frecuencia entre los 18 y 24 meses.
Están asociadas a fiebre y que generalmente es de inicio tan corto (no
más de 4 a 6 horas de fiebre) que hacen que los papás no llegan a detectarla a
tiempo (la fiebre) y debuten con las crisis convulsivas.
No hay un factor hereditario
transmisible reconocido aunque puede haber cierta predisposición a
presentarlas, cuando unos de los padres le ocurrieron cuando pequeños. Tampoco
podemos determinar un grado de fiebre de riesgo para convulsionar. Hay niños que han convulsionado al llegar a
39 grados mientras que otros han experimentado temperaturas mayores de 40 sin
presentarlas.
Si los padres detectan fiebre en
el grupo de edad de riesgo, deben aligerar la vestimenta de los niños o
desnudarlos completamente colocándoles paños de agua tibia para controlar la
temperatura e incluso practicar un baño de inmersión en una tina, usando agua
tibia (nunca fría, menos helada así como jamás alcohol o vinagres) y con una
esponja friccionar su cuerpecito, alternando con mojarle la cabecita. Este baño debe durar al menos 15 a 20 minutos
(mejor aún si tomamos tiempo con un reloj). Se debe evitar abrigarlo más y
salir corriendo para el establecimiento de salud. Con esto evitaremos que las convulsiones se
presenten.
Si el niño ya está
convulsionando, debemos asegurarnos que no se golpee, y que pueda respirar
fácilmente manteniendo su cabeza y mentón rectos, jamás colocándole cosas ni
dedos en la boca supuestamente para impedir que se muerda.
Paralelamente, utilice los paños
de agua tibia para controlar la fiebre y nunca se olvide de controlar la misma
con el uso del termómetro. Entonces
recién lleve a su niño al establecimiento de salud, para su respectiva
observación e indicaciones a seguir.
Mantenga siempre la calma y esté
dispuesto a relatar a su médico lo ocurrido y actuado.
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