Dichoso el Pastor que tiene la habilidad para cambiar su condición y su misión, logra sortear la vida, con astucia y sagacidad. Que importa quien lo haya promovido, que importa de donde venga. Mucho menos que institución representa. Lo que si importa es su ego, su entorno lleno de gente que se infla el pecho por las obras de caridad que hace con los mas pobres para aplacar su conciencia del dinero mal habido, blanqueado a costa de lo que sea. No importa atropellar la dignidad de las personas que viven sobre el cimiento natural de los valores éticos, que son respetuosos de los mandamientos divinos. Sin embargo, el pastor locuaz y hábil se avergüenza de llamarse pastor, por el contrario con todo su gremio ha influido en las esferas del poder social y de su propia institución para cambiar de nombre a sus cargos con una racional y valiosa justificación teológica.
Convirtiendo en una falta contra Dios quien se atreva a pensar distinto. No importa el rebaño lo que importa es la lana, carne, cebo y pieles que produce el rebaño. Ya no es pastor, es autoridad, él se considera amo, por tanto piensa que sus ovejas son "perros" que ya no comen por su propia cuenta un alimento que la pródiga naturaleza les da, sino que por el contrario su rebaño se convierte en una jauría de perros que ladran cuando llega su amo, que riñen cuando se acerca alguien desconocido, que comen lo que él deliberadamente selecciona, les provee carne para que lo haga caso, huesos para que se callen y cadena con bozal cuando se muestran agresivos. Además que deben mover la cola cuando terminan sus alimentos como señal de buena "educación" y gratitud.
La nueva función en el nuevo concepto de cargo - autoridad organizacional asume todos los sistemas modernos, si encuentra alguna tarea pendiente a favor de su jauría lo hace mediante transacciones. No busca verdes praderas para el rebaño, sino va a dónde hay carne para su jauría. Si alguien reclama o protesta lo que el amo hace, de inmediato maldice en el nombre del ser divino, defendiendo su "status quo", porque ahora ya no pastorea , sino que pasea, ya no busca yerba sino comida para sus "perros". Ya no cuida del lobo, al contrario son los perros los que hacen correr al lobo, porque sus rasgos de la jauría son parecidos al lobo. No existe mansedumbre, no existe servicio ni inmolación. Lo terrible es que la jauría no sirve de nada al pueblo.
Finalmente debo recordar a mis lectores que al escribir este artículo tengo en mente las frases de Serge Halimi, Doc. en Ciencias Políticas y Licenciado en Ciencias de la Comunicación, cuando escribe sobre la dura realidad del periodismo actual, denominando su libro: "Los nuevos perros guardianes. Periodistas y Poder". Es una maldición cuando un perro muerde la mano del amo; es una herejía es motivo de una excomunión. Porque los perros solo deben obedecer por el hueso que se les da. Queda prohibido ser crítico, promover la reflexión y el debate. El periodismo se ha convertido en la cadena con bozal para los periodistas de nuestros pueblos. Analógicamente es más fácil criar a un perro que a una oveja, dado que ésta no ladra, no mueve la cola, ni agrede a quien se lo envíen. Un amo manda, exige respeto, grita, salta y castiga. Un pastor cuida, protege y guía. Lo esperanzador es que Dios siempre escogió al cordero como símbolo de inmolación y alimento del bien, y el que quiera alimentarse con su carne para la vida eterna debe deponer su ira antes que caiga el sol y vuelva recién al altar de la comunión de la vida.
Por: Antonio Campos Castillo.
Por: Antonio Campos Castillo.
1 comentario:
Decir la verdad, es una filosofía de vida y por cierto es una opción de trascendencia.
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