viernes, 22 de abril de 2011

Vargas Llosa incómodo

Fuente: www.larepublica.pe

Por Mirko Lauer
Han comenzado, o más bien habría que decir han recomenzado, los ataques a Mario Vargas Llosa desde la derecha embozada o abiertamente fujimorista. La queja de fondo es que de alguna manera esta nueva opción del escritor contra lo dictatorial los pone en evidencia, les complica el travestismo. Ahora además les impide disfrutar tranquilos del premio Nobel.
Todas estas son sombras de lo sucedido en 1992. Cuando Vargas Llosa se pronunció contra el golpe de Estado muchos de quienes se habían preparado para seguirlo en la presidencia dos años antes, ahora cómodos con el golpe y consiguiente cierre del Congreso, pasaron a reprocharle su actitud, y a atribuirla a la derrota de 1990.
Lo más elocuente en este sentido fue la frase del empresario Julio Piccini pidiéndole al escritor no incomodar a sus antiguos socios políticos con sus críticas al golpe. En ese momento el argumento era el resentimiento por la derrota. Hoy se le suma la idea de que Vargas Llosa solo sirve para hacer literatura.
¿Cuál es el asunto? El gesto del escritor plantea que apoyar a la candidata fujimorista es apoyar a la dictadura de 1992-2000 con todos sus estropicios. Lo cual irrita mucho a quienes quieren creer que votar Fujimori hoy consiste en una simple defensa del modelo económico amenazado, y que democracia y decencia no están en cuestión.
Es inocultable que votar Ollanta Humala constituye un riesgo. El creciente número de figuras que no son de izquierda y han optado por apoyar públicamente a Humala parecen convencidas de que ese gesto contribuye a reducir ese riesgo, a la vez que reduce la posibilidad de que los vergonzosamente  expulsados del 2000 vuelvan al poder.
Vargas Llosa ha puesto su celebridad y su prestigio personal al servicio de la posibilidad de una tácita alianza entre el núcleo humalista y sectores que van del centro hasta la derecha democrática. No parece un camino fácil. Pero el alternativo conduce directamente a una repetición de los años 90, como nos los acaba de recordar Martha Chávez.
La pelea, pues, es por los corazones y las mentes de las capas medias y altas, sobre todo. Las declaraciones de Vargas Llosa sin duda están ayudando a fortalecer el ánimo de la derecha democrática a la que hoy se quiere meter casi a la fuerza al redil fujimorista, donde aguardan los feos rostros que hoy se mantienen ocultos por táctica electoral.
En cambio Alejandro Toledo con sus indecisiones ha manchado la carrera de luchador antidictatorial que lo llevó a la presidencia y le ganó un prestigio internacional. No es el único que se ha comido enteros los insultos y vejámenes que le prodigó el fujimorismo desde el poder. La lista está creciendo, y a todos los incomoda Vargas Llosa.

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